Este representó un período importante para la orquesta. Rompen su propio estilo incorporando el sonido bronco y rajado de los trombones. Introducen a su vez sintetizadores, teclados con múltiples posibilidades sonoras. El empleo del saxofón sintetizado y de los violines eléctricos llama mucho la atención en ese momento.
En materia discográfica suman a su haber nuevos triunfos como son: Báilalo eh! Ah! (1982), Anda, ven y muévete (1984), La Habana sí (1985), Eso que anda (1986), Nosotros los del Caribe (1987), Se acabó el querer (1988), y por último Songo da paso a una nueva etapa.
Un sello distintivo del grupo es el uso de la picaresca, la ironía, el costumbrismo en sus canciones. Convirtiéndose en una suerte de crónica de la realidad cubana, sus textos ofrecen una circunstancia social, temáticas que recrean lo jocoso de la cotidianidad.
En estos años su música trasciende las fronteras latinoamericanas y escenarios como el Empire de Londres, en Inglaterra, Austria, Suiza y Alemania son testigos de un ritmo capaz de contagiar al más escéptico de los bailadores.